Hay una nota firmada por 108 economistas extranjeros, muchos de ellos prestigiosos, que se titula “Los peligros del programa económico de Javier Milei en Argentina.” Ninguno de esos economistas ha estudiado en particular los problemas de la economía argentina y recurren entonces a prescripciones universales independientes del contexto, lo que es un error. Señalan que las propuestas de Milei “arraigadas en la economía del laissez-faire [dejar hacer al mercado], incluyen ideas polémicas como la dolarización y reducciones significativas del gasto público” que son potencialmente muy perjudiciales para la economía. Aciertan en su apreciación sobre la dolarización porque la respuesta convencional que proporciona el modelo estándar, basado en el supuesto crítico de la inflexibilidad de precios a la baja, es correcta. No hay manera de absorber shocks reales negativos de origen externo si no se dispone de cierta flexibilidad cambiaria como lamentablemente lo demostró la experiencia de la Convertibilidad.
Sin embargo, cuando afirman que reducciones significativas del gasto público serían perjudiciales para la economía argentina se equivocan totalmente. Esto ocurre, porque utilizan un modelo estándar basado en supuestos críticos poco realistas (que no reflejan el contexto argentino), lo que proporciona una respuesta equivocada. En efecto, el modelo estándar supone que la política fiscal no afecta al tipo de cambio real y esto es válido para el caso de los países desarrollados. En Argentina, por el contrario, mayor déficit fiscal implica un tipo de cambio real más bajo, y menos exportaciones netas. Argentina es el país que más crisis cambiarias ha tenido en los últimos 50 años, y esto se debe a tipos de cambios bajos y desalineados, provocados por políticas fiscales irresponsables y populismo macroeconómico. En realidad, el problema había comenzado mucho antes cuando Perón en la década de 1940 aumentó en 10 puntos del PIB el gasto público, pero el golpe de gracia lo dio el kirchnerismo en este siglo aumentando otros 10 puntos adicionales el gasto público. En la actualidad con un gasto público primario consolidado de 38% del PIB no hay manera que la economía crezca ni que aumenten las exportaciones de manera sostenida. En ese sentido, la propuesta de Milei de reducir el gasto público es acertada y apunta a eliminar el principal obstáculo al crecimiento de la economía argentina (junto con el cepo). Quizás esta política esté motivada únicamente por su concepción ideológica y no responda a un análisis preciso de los problemas macro del país, pero lo relevantes es que es correcta y apunta a resolver los problemas del crecimiento de la Argentina.
Otra dimensión que ignoran los 108 economistas extranjeros que firmaron la nota es que en Argentina predominan instituciones económicas y políticas extractivas, que han llegado a su máxima expresión en la gestión Kirchner y Massa. Esas gestiones han capturado el Estado y lo utilizan en beneficio propio y de sus militantes. El caso actual más relevante es el de las autorizaciones de importación a través de los permisos de las SIRA y el capitalismo de amigos y corrupción que envuelve el sistema. En ese sentido las reformas económicas propuestas por Milei de eliminar la emisión, equilibrio fiscal, desregular los mercados, eliminar prohibiciones y trabas burocráticas en el comercio exterior, integrarnos al mundo, que los mercados competitivos funcionen, etc., nos garantizan que tendremos instituciones económicas mas inclusivas que en una supuesta gestión de Massa. Hay otros temas que no comparto, como la falta de preocupación por la degradación del medio ambiente, la negación de la existencia de fallas de mercado, vouchers para educación, etc., pero en comparación con el carácter extractivo de las políticas vigentes (brecha cambiaria superior al 100%, capitalismo de amigos, captura de la justicia y organismos de control del Estado por militantes), son temas de segundo orden.
El punto débil de Milei que me preocupa es su carácter autoritario y falta de pluralismo, lo que no ayuda a consolidar instituciones políticas inclusivas tan necesarias al crecimiento sostenido.
En síntesis, los supuestos peligros del programa económico de Milei son infundados cuando tenemos en cuenta el contexto institucional de la Argentina y los supuestos críticos equivocados que incorporan en su análisis los economistas extranjeros. Existen sí, riesgos en cuanto a poder generar una convivencia política más civilizada, pero en todo caso nuestras instituciones han demostrado suficiente solidez para garantizar la alternancia democrática.
Nota original en inglés y firmas
Traducción de la nota:
Los peligros del programa económico de Javier Milei en Argentina
Como economistas de todo el mundo partidarios de un desarrollo económico amplio en Argentina, nos preocupa particularmente el programa económico de uno de los candidatos, que se ha convertido en uno de los principales temas de debate en las elecciones nacionales. Dadas las frecuentes crisis financieras de Argentina y los recurrentes brotes de inflación altísima, es totalmente comprensible que exista un deseo profundamente arraigado de estabilidad económica. Sin embargo, aunque las soluciones aparentemente sencillas puedan resultar atractivas, es probable que causen más estragos en el mundo real a corto plazo, al tiempo que reducen gravemente el espacio de maniobra de las políticas a largo plazo.
Las propuestas económicas de Javier Milei se presentan como una ruptura radical con el pensamiento económico tradicional. Sin embargo, creemos que estas propuestas, arraigadas en la economía del laissez-faire [dejar hacer al mercado] y que incluyen ideas polémicas como la dolarización y reducciones significativas del gasto público, están plagadas de riesgos que las hacen potencialmente muy perjudiciales para la economía y el pueblo argentinos.
La visión económica que subyace a estas propuestas aboga supuestamente por una intervención mínima del gobierno en el mercado, pero en realidad se basa en gran medida en políticas estatales para proteger a los que ya son económicamente poderosos. Las reducciones de los tipos impositivos y del gasto público hacen que muchos bienes y servicios esenciales pasen de la prestación pública a proveedores comerciales privados, lo que les enriquece a ellos pero reduce el acceso de los ciudadanos de a pie, especialmente los pobres. La propuesta de dolarización pretende sustituir el peso argentino por el dólar estadounidense como moneda nacional. Ambas ideas pueden parecer atractivas por su simplicidad y sus promesas de una solución rápida para controlar la inflación y la inestabilidad. Pero no reconocen las principales realidades económicas. El modelo del laissez-faire supone que los mercados funcionan perfectamente si el gobierno no interviene. Pero los mercados no regulados no son benignos: refuerzan unas relaciones de poder desiguales que empeoran la desigualdad y dificultan la aplicación de políticas de desarrollo clave, incluidas las políticas industriales, sociales y medioambientales. En Argentina, como en la mayoría de los países con estructuras económicas complejas y problemas de desigualdad de ingresos y activos, inflación y deuda externa, se necesitan políticas matizadas y polifacéticas que reconozcan las necesidades de los distintos grupos sociales. Los mercados también son propensos a los fallos, provocados por las externalidades (cuando todos los beneficios o costes no pueden atribuirse a agentes individuales) y la asimetría de la información (cuando algunos agentes de un mercado saben más que otros). La crisis financiera mundial de 2008 demostró que una regulación inadecuada de los mercados puede tener consecuencias desastrosas. La experiencia de la pandemia de Covid-19 aportó más pruebas de la necesidad de la intervención pública.
Los argentinos están demasiado familiarizados con el dolor de la economía del laissez-faire impuesta por prestamistas internacionales como el FMI, que en el pasado aumentó la pobreza y la inseguridad económica e inhibió el desarrollo del país. El programa propuesto por Milei crearía más desigualdad socioeconómica al reducir el papel del Estado en la redistribución y el bienestar social. Una reducción importante del gasto público aumentaría los ya elevados niveles de pobreza y desigualdad, y podría provocar un aumento significativo de las tensiones y los conflictos sociales. La idea de Milei de recortar drásticamente los impuestos al tiempo que se reduce el gasto público reduciría significativamente la capacidad del Estado para satisfacer los derechos sociales y económicos de los ciudadanos. Entretanto, nuevas reducciones de los ingresos fiscales del Estado agravarían la crisis fiscal.
Del mismo modo, la dolarización parece ofrecer una solución al problema crónico de inflación de Argentina, y podría resultar tentadora cuando el valor de los ahorros y la capacidad de consumo se vean diezmados por una inflación galopante. La actual escasez de reservas de divisas haría que el tipo de conversión inicial del peso al dólar fuera tan alto que generaría más inflación. Esto significa una disminución de los salarios reales, de modo que la posterior reducción de la inflación se lograría mediante una importante caída de la participación del trabajo en la renta nacional, haciendo recaer la carga del ajuste sobre los trabajadores. La dolarización también implica la imposibilidad a largo plazo de construir la soberanía monetaria. También en este caso, la experiencia pasada de Argentina con la protodolarización (el acuerdo dela Caja de Conversión de los años 90) creó una breve ilusión de estabilidad, pero afectó negativamente a la economía real. Generó desempleo y pérdidas de ingresos reales para los trabajadores y, finalmente, condujo a una crisis aún mayor en 2001 debido a las restricciones fiscales y monetarias de la vinculación peso-dólar.
En resumen, las propuestas de dolarización y austeridad fiscal de Javier Milei pasan por alto las complejidades de las economías modernas, ignoran las lecciones de las crisis históricas y abren la puerta a la acentuación de desigualdades ya de por sí graves. Mientras Argentina navega por su complejo panorama económico, es fundamental abordar la formulación de políticas con estrategias equilibradas y empíricamente fundamentadas que no sólo sean atractivas a corto plazo, sino también sostenibles, equitativas y facilitadoras a largo plazo.