domingo, 4 de noviembre de 2012

La Política Populista de Redistribución del Ingreso

El martes pasado falleció Adolfo Canitrot (1928-2012), brillante macroeconomista argentino por cuyos trabajos tuve particular aprecio. Supongo que mi interés, dejando de lado algún tipo de afinidad ideológica, se debe al enfoque aplicado y orientado a resolver problemas prácticos que lo caracterizaban, propio de su formación de ingeniero.

Gregory Mankiw (2006) en “El macroeconomista como científico y como ingeniero” señala que
[la macroeconomía] ha evolucionado a través de los esfuerzos de dos tipos de macroeconomistas, aquellos que entienden a la macro como un tipo de ingeniería y aquellos a quienes les gustaría que el campo se pareciera más a una ciencia. Los ingenieros son antes que nada quienes resuelven problemas. Por el contrario, la meta de los científicos es entender cómo funciona el mundo. El énfasis de la investigación de los macroeconomistas ha variado con el tiempo entre estos dos principios. Mientras los primeros macroeconomistas eran ingenieros que intentaban resolver problemas prácticos, los macroeconomistas de las últimas décadas han estado más interesados en desarrollar herramientas analíticas y establecer principios teóricos. Sin embargo, estas herramientas y principios han sido lentos para encontrar su forma en las aplicaciones.
Canitrot formaba parte de la vieja guardia y en función de ello recibió el Diploma al mérito de la Fundación Konex (1996) en humanidades, en la categoría Análisis Económico Aplicado. 

A continuación les dejo un resumen de su trabajo, La experiencia populista de redistribución de ingresos, Desarrollo Económico, 1975, que durante muchos años utilice para explicar, a futuros contadores y administradores, las erradas políticas distributivas aplicadas en Argentina en el pasado. En los últimos siete años había decidido no abordar más el tema pensando que era una etapa superada. Lamentablemente la política económica del kirchnerismo repite los errores del pasado y el modelo estilizado de la economía argentina descripto por Adolfo Canitrot vuelve a tener vigencia.

Canitrot (1975) señala que hubo tres casos de políticas populistas de redistribución del ingreso en la historia económica argentina.
  1. El período 1946-1952 en el gobierno de Juan Perón
  2. El gobierno radical de Arturo Illia entre 1963-1966
  3. El gobierno peronista de 1973-1975
[Podríamos también incluir en ese listado el período 1983-1985 y el período 2007-2012.]

Tanto en 1966 como en 1975, estas políticas desembocaron en golpes militares, y la política económica del ministro de economía Bernardo Grinspun casi termina en 1985 en la hiperinflación.

El objetivo de estas políticas era mejorar las condiciones de vida de los sectores de medianos y bajos ingresos, sin embargo, como es conocido, los intentos de redistribución del ingreso propios del populismo, esto es, vía aumentos salariales no relacionados con incrementos en la productividad, fracasaron dado que no pudieron mantenerse. La redistribución se sostuvo uno o dos años, y luego retrocedió, erosionada por la inflación o invertida abruptamente por la aplicación de políticas de signo contrario. En el artículo que estamos resumiendo, Canitrot (1975) analiza las razones económicas de ese fracaso.

 La pregunta importante que se plantea es saber si el retroceso que siguió a las experiencias populistas de redistribución se debe a la acción deliberada de grupos de intereses que reaccionan ante la pérdida de sus prerrogativas económicas y de poder, tesis que favorecen tanto políticos peronistas como radicales, o a las propias características de esas experiencias que engendran, al ponerse en marcha, los elementos objetivos de su propia autodestrucción; tesis que sostiene Adolfo Canitrot.

El modelo del funcionamiento de la economía Argentina aquí presentado tiene como precursores a los trabajos de Carlos F. Díaz Alejandro (1963), y Oscar Braun y Leonard Joy (1968), y como toda simplificación de la realidad, deja muchos temas de lado. Sin embargo, su valor reside en la capacidad para explicar las recurrentes crisis por las que atravesó la economía Argentina en las décadas pasadas.

Se supone que la economía argentina esta representada por dos sectores: un sector agropecuario y un sector industrial. El sector agropecuario es un sector exportador que trabaja en condiciones de pleno empleo. Produce bienes que pueden ser exportados o destinados al mercado interno. El sector industrial sólo produce para el mercado interno y admite desempleo cuando la demanda agregada es insuficiente. Es el sector importador porque requiere insumos y bienes de capital extranjeros para su funcionamiento. Los asalariados gastan su ingreso íntegramente en bienes de consumo producidos por el sector agropecuario y el sector industrial. La oferta de bienes agropecuarios es fija ya que hay pleno empleo.
Todo aumento de la demanda interna sólo puede satisfacerse en detrimento del monto de las exportaciones (X). Cuanto más alto es el precio de los bienes agropecuarios –a salario nominal constante- menor es la cantidad demanda en el mercado interno por los asalariados y mayores son los saldos exportables. El precio agropecuario (PA), sin embargo, no se determina en el mercado interno, sino que depende del precio internacional (PA*) y del tipo de cambio (E).

La demanda interna de bienes agropecuarios se postula inelástica a las variaciones de precios. Esto se debe al carácter de primera necesidad que poseen los bienes agropecuarios. Un aumento en el precio interno de dichos bienes reduce la cantidad demandada internamente pero aumenta el gasto que hacen los asalariados en ellos. Esto tiene consecuencias importantes ya que, a ingresos constantes, un aumento del precio de los bienes agropecuarios disminuye el gasto de los asalariados en bienes del sector industrial.

Si el gasto total de los asalariados es:

GastoTotal = w L
                    = PAQA + PIQI

Un aumento de PA implica entonces una disminución de PIQI.

En el sector industrial los empresarios procuran mantener el valor unitario de sus beneficios. Ante cambios en la magnitud de la demanda modifican la cantidad vendida y producida sin alterar los precios. Ante cambios en los precios de los insumos, o de la mano de obra, elevan proporcionalmente los precios del producto final. Estas reglas son compatibles con curvas de costo de producción constante.


El rectángulo refleja el monto de las importaciones de insumos necesarios a la producción del sector industrial.

¿Cómo funciona el modelo? Hay tres variables (exógenas) que el gobierno puede modificar:

  • El precio de los bienes agropecuarios (PA) alterando el tipo de cambio (E). 
  • El precio de los insumos importados y en consecuencia de los bienes industriales (PI), también mediante la política cambiaria. 
  • El salario nominal de los trabajadores (w). 
Un cambio en cualquiera de estas tres variables tiene consecuencias sobre el conjunto de variables dependientes del modelo: exportaciones, importaciones, precio de los bienes del sector industrial, nivel de actividad de este sector, empleo urbano, beneficios de los empresarios rurales y urbanos, salario real.  

Analicemos el caso de un aumento del salario nominal, es decir la política de redistribución de los ingresos en favor de los asalariados.


El aumento de los salarios produce dos cambios en el gráfico. Por un lado sube el precio de los bienes industriales ya que los empresarios trasladan los mayores costos salariales al precio final, y por el otro aumenta la demanda de esos bienes ya que aumenta el ingreso de los asalariados. El aumento de la demanda genera aumentos en la producción y el empleo. Lo que produce un aumento adicional en la demanda al haber aumentado la masa salarial porque hay más trabajadores empleados, y el proceso continúa. 

El aumento de la masa salarial, primero por aumento del salario, luego por el incremento en el número de trabajadores empleados también da lugar a sucesivos aumentos en la demanda de bienes agropecuarios como puede observarse en el gráfico de la página siguiente. El precio de los bienes agropecuarios se mantiene constante ya que el gobierno ejerce su control sobre ellos. 

Los aumentos de salarios nominales, en cambio, crean una situación expansiva, como resultado del incremento del poder adquisitivo de los asalariados. Hay una expansión de la demanda tanto de bienes agropecuarios como industriales, y en el caso del sector industrial un aumento del nivel de actividad. 

El ajuste de los precios industriales a los nuevos costos –resultantes del aumento de salarios- se da en un contexto expansivo, donde el proceso inflacionario no encuentra frenos a su tendencia inherente a la aceleración. Durante el proceso, salarios y precios industriales suben permanentemente, mientras los precios agropecuarios –controlados políticamente- tienden a quedar atrás. El nivel de empleo y actividad industrial se expanden mientras la balanza comercial se deteriora tanto por la caída de las exportaciones como por el incremento de las importaciones. En realidad el aumento en el salario real se debía esencialmente a la caída relativa de los tres precios controlados (Precios del agro, alquileres y tarifas públicas).
Los tres precios constituyen una parte muy importante de la canasta familiar. Son estos los sectores que pagan la redistribución de ingresos (en el corto plazo) a favor de los asalariados. Pero la redistribución es transitoria porque la oferta de estas tres actividades se deteriora, no hay inversión, los precios aumentan y la redistribución se esfuma.

La redistribución progresiva de ingresos encontraba en Argentina los mismos límites que hubiera encontrado en países con mayor nivel de desarrollo: la restricción externa y la necesidad de invertir (acumulación de capital). El conflicto entre distribución y acumulación, en otras palabras, el conflicto entre salarios y beneficios, se manifiesta violentamente en situación de empleo pleno. Cuando hay recursos y trabajadores ociosos, la expansión de la actividad económica puede hacerse favoreciendo tanto salarios como beneficios industriales.

Es esta doble situación la que hace posible, y a la vez limita, la política populista. La alianza política del populismo nace en la recesión y se propone un programa expansivo. Asalariados y burguesía industrial tienen entonces intereses complementarios, mientras los empresarios rurales quedan en la oposición. El éxito del programa destruye el elemento constitutivo de la alianza. Al aproximarse al pleno empleo, los intereses conflictivos reemplazan a los complementarios. El conflicto se hace muy intenso porque se desarrolla en medio de un contexto inflacionario explosivo, que es el resultante de utilizar el incremento de salarios como instrumento de expansión de la demanda. En menor o mayor plazo la alianza se destruye, la burguesía industrial se inclina hacia una nueva alianza con los sectores rurales, el populismo termina enredado en sus propias contradicciones y un nuevo programa de orden y recesión emerge.

La devaluación que surgía como una de las principales medidas del gobierno que asumía con el golpe militar respaldado por la nueva alianza de la burguesía industrial con los grandes propietarios del sector agropecuario, tenía las siguientes consecuencias.

El aumento de los precios agropecuarios (ΔPA) debido a la devaluación (ΔE) produce los siguientes efectos:
Se observa una disminución en la cantidad demandada de bienes del agro por parte de los asalariados con el correlativo aumento de los saldos exportables que pasan de X a X’. Además como la demanda de los asalariados sobre dichos bienes es inelástica, mismo si la cantidad demandada disminuye, el gasto de los asalariados en este tipo de bienes aumenta junto con el aumento de los precios del agro. El rectángulo OQ2D2P’A es mayor que el rectángulo OQ1D1PA. Como el ingreso nominal de los trabajadores (w) y el volumen de empleo (L) se mantienen hasta ahora constantes, el mayor gasto de los asalariados en productos agropecuarios necesariamente implica una reducción de la capacidad de gasto en bienes del sector industrial. Es decir, la demanda por bienes de consumo del sector industrial disminuye a precios constantes.

La reacción de los empresarios industriales ante la caída de la demanda es procurar el mantenimiento de los beneficios unitarios, reduciendo el nivel de actividad y con él el monto de la demanda de trabajo. El empleo urbano disminuye y, a salarios nominales constantes, el ingreso total de los trabajadores también. La reducción del empleo y del ingreso baja aún más, en una segunda instancia, la capacidad de gasto de los asalariados y por lo tanto la demanda de bienes del sector industrial.
Si los empresarios industriales reaccionan nuevamente cortando el volumen de empleo, dan lugar a posteriores disminuciones de la demanda y del empleo causadas mutua y sucesivamente, la producción converge hacia QN ya que las disminuciones cada vez son menores como se observa en el gráfico. La progresiva caída del nivel de actividad del sector industrial y del empleo e ingreso de los asalariados durante el proceso de multiplicación afecta en dos sentidos a la balanza comercial. Por un lado, la reducción de la demanda interna por bienes agropecuarios incrementa aún más los saldos exportables.
Por otro lado, el saldo de la balanza comercial también mejora al reducirse las importaciones de insumos para el sector industrial. La devaluación restableció el saldo de la balanza comercial pero condujo a la recesión.

En la recurrencia de las fluctuaciones es clave el papel de la burguesía industrial. Para ella el proyecto populista es un programa en común con los asalariados basado en el incremento de los salarios. Alternativamente, el proyecto de orden y recesión es un proyecto en común con la burguesía rural basado en el incremento de los precios agropecuarios.

El proyecto propio de la burguesía industrial era el proyecto de la demanda agregada autónoma (independiente del nivel salarial): Inversión, exportaciones industriales y sustitución de importaciones. Este proyecto no logró vigencia en el país como consecuencia de la debilidad política de la burguesía industrial. Las empresas nacionales eran débiles y las empresas fuertes en su mayor parte eran extranjeras. La burguesía nacional no había podido construir un programa de integración con el sistema de grandes empresas multinacionales que fuera, a la vez, económicamente rentable y políticamente aceptable. En ausencia de este programa se acoplaba a programas ajenos de distinto signo. En esas condiciones de capitalistas débiles y sindicatos fuertes, el capitalismo argentino era una experiencia contradictoria.