jueves, 27 de enero de 2011

Ya no hay más superávit fiscal estructural

Más allá de sus desaciertos, el modelo K se construyó sobre la base de dos pilares sólidos, el superávit fiscal y el superávit en las cuentas externas. Néstor Kirchner posiblemente desconocía los alcances macroeconómicos de su política de superávit gemelos, pero era un acérrimo defensor de la misma, porque en el armado de su estrategia de poder sabía que estos dos elementos eran imprescindibles para garantizarse la autonomía en la toma de decisiones. La idea era además acertada porque las recurrentes crisis macroeconómicas de las últimas décadas habían sido provocadas por déficit gemelos insostenibles.

En esta nota focalizaremos el análisis en uno de esos pilares: el superávit primario, esto es, el superávit fiscal antes del pago de los intereses de la deuda pública. Los breves comentarios y conclusiones que aquí presentaremos forman parte de un trabajo que realizamos con Matías Escudero y que fueron presentados en el XXIII Seminario regional de política fiscal, CEPAL, Santiago, 18 al 21 de enero 2011.

La línea plena del gráfico muestra el resultado primario del sector público nacional no financiero en porcentaje del PIB, en las últimas 3 décadas. Hay que reconocer que, desde la vuelta a la democracia, no hay ningún gobierno que haya tenido mejor desempeño que el de Kirchner considerando este indicador.

El superávit primario estructural (% del PIB)


En efecto, el superávit primario promedio durante el gobierno de Néstor Kirchner fue de 3.3%, frente al 0.5% del PIB promedio de la segunda mitad de la Convertibilidad. Luego, durante el mandato de Cristina, el superávit primario cayó bruscamente en 2009, en medio de la crisis financiera internacional, y hasta dónde llevan nuestros datos (2do. Trimestre del 2010) no pareciera haberse recuperado. Computando el pago de los intereses de la deuda estaríamos en zona de déficit.

Un análisis más preciso del desempeño fiscal requiere estimar el resultado fiscal estructural, que elimina los efectos transitorios que sobre la recaudación y el gasto, genera una economía que no evoluciona a lo largo del producto potencial. El resultado fiscal estructural, representa entonces, el saldo presupuestario hipotético que debería observarse si la economía estuviese en situación de pleno empleo y el precio de los commodities en su valor de equilibrio de largo plazo. La línea punteada del gráfico representa una estimación de este concepto y permite detectar algunas tendencias que permanecían ocultas a simple vista.

En efecto, a partir de 1997 en la Convertibilidad, se percibe un sistemático esfuerzo tendiente a mejorar las cuentas públicas, que no se traduce concretamente en términos de una mejora en el resultado fiscal primario observado, porque la recaudación cae al ritmo de recesión y la brecha del PIB se amplía vertiginosamente. De alguna manera, esta observación estaría convalidando la tesis de que la Convertibilidad no colapsó por el mal manejo fiscal de la segunda mitad de la década (el superávit fiscal estructural creció permanentemente en 1997-2001), sino que, la dinámica macroeconómica generada por el atraso cambiario impedían que la mejora fiscal se materializase.

Abandonada la Convertibilidad en el 2002, las cuentas fiscales se corrigen, en parte automáticamente y en parte por la introducción de las retenciones a las exportaciones que aportan más de 2 puntos del PIB de recaudación. Esta bonanza fiscal dura algunos años, sin embargo la situación es sana sólo en apariencia. A partir del 2004, se observa un sistemático deterioro en el resultado primario, que permanece oculto hasta la crisis internacional del 2008-2009, dado que la economía evolucionaba por encima del producto potencial. Esto puede percibirse claramente analizando la evolución de superávit primario estructural (línea punteada). Partiendo de 4.5% del PIB, llega a mediados del 2010 a un escaso 0.5%. Nótese también como la eliminación del sistema de jubilación por capitalización provoca una mejora transitoria en el superávit estructural hacia fines del período, aunque dicha mejora rápidamente se erosiona y el resultado retoma la tendencia decreciente del último quinquenio.

En la pos-convertibilidad se observa un fenómeno similar al de la primera mitad de los ’90, en ambos casos el gasto público se expande vertiginosamente generando el deterioro de las cuentas fiscales. Pareciera que los problemas fiscales tienden a incubarse en las épocas de bonanza económica y luego se torna difícil evitar sus consecuencias. Existiría entonces, la necesidad de implementar una política fiscal contracíclica.

Hacia futuro, proponemos una regla de superávit primario estructural de 2% del PIB, para suavizar el ciclo económico y para mitigar el potencial problema de la “maldición de los recursos”. En Chile, la regla que se implementó preveía un valor de un 1% del PIB. En el caso argentino, el monto debería ser algo mayor, ya que en las últimas tres décadas, el superávit primario requerido para mantener constante el ratio de deuda pública neta sobre PIB ha oscilado en torno del 2% del PIB.

lunes, 24 de enero de 2011

El Producto Potencial

El producto potencial representa una medida del nivel de oferta agregada sostenible en el tiempo. Puede definirse como el máximo nivel de producción sostenible, dónde el uso de los recursos no incrementa (ni reduce) las presiones inflacionarias. El producto potencial no es un nivel máximo de producción que la economía no pueda superar, sin embargo, un PIB por encima del producto potencial representa una situación de desequilibrio que no puede mantenerse en el tiempo y que implica costos en términos de bienestar futuro. Por ello, los países que administran la política macroeconómica pensando en el interés general, evitan este tipo de situación.

Si bien el producto potencial no es una variable directamente observable, la teoría económica nos señala que dos de sus determinantes (el capital y el trabajo) sí lo son. Un tercer determinante, la productividad total de los factores, no es observable, y de ahí las dificultades de estimación.
Dado que el PIB observado oscila en torno del producto potencial, habitualmente se recurre al filtro de Hodrick-Prescott para obtener una estimación simple del potencial. El problema de esta metodología es que la tendencia estimada al final de período no es robusta y presenta grandes variaciones en función del período considerado. Esta incertidumbre de “fin de período muestral” se reduce parcialmente, al utilizar un método fundamentado económicamente y algo más sofisticado como es el de la función de producción, ya que lo que se filtra en este caso es solo la productividad total de los factores (PTF).

La figura presenta el PIB real trimestral a precios de 1993 y el producto potencial estimado utilizando esta metodología con una función de producción dinámica con dos factores, capital (K) y trabajo (L) ajustado por calidad (Q). (más detalles metodológicos pueden consultarse aquí y aquí).

Se observa que el PIB, en lugar de evolucionar a lo largo de la senda del producto potencial, ha oscilado al ritmo de políticas económicas expansivas insostenibles y al ritmo de las crisis que las mismas provocaron.
Luego de haber alcanzado el producto potencial en el 4to trimestre 2005, la economía argentina siguió creciendo a tasas superiores al 4,5%, que es la tasa de crecimiento del producto potencial en la actualidad, lo que terminó generando el proceso inflacionario de los últimos años. El shock de la crisis internacional del 2008 afectó a nuestras exportaciones netas, provocando una caída del PIB de 2.5% en el 2009, y el PIB volvió a alinearse con el producto potencial. A partir de allí, volvimos a crecer con la mejora del contexto internacional y de la mano de políticas expansivas, sin embargo, el gobierno debería registrar que el PIB ya se encuentra en su nivel potencial por lo que las políticas monetarias y fiscales expansivas en curso exacerbarán el proceso inflacionario.

Además, mientras más por encima del producto potencial evolucione una economía, más vulnerable será frente a shocks externos. En efecto, si el nivel del PIB supera el nivel potencial, las restricciones de capacidad comienzan a actuar, restringiendo el crecimiento futuro y generando presiones inflacionarias. Existen entonces, fuerzas correctivas que están actuando ante el desequilibrio, y cuando esta dinámica, se combina con un shock externo, la reversión puede tornarse brusca como en el Tequila (1995), el default ruso (1998) y la crisis de las hipotecas subprime (2008).