viernes, 27 de febrero de 2009

La política económica atrincherada y el golpe de timón

Con la claridad y el vocabulario arrabalero que lo caracteriza, Carlos Melconian realizó –el lunes pasado en La Nación- un condensado y preciso diagnóstico de los problemas que enfrenta la economía Argentina. La columna de opinión no plantea las medidas necesarias para diseñar un programa económico acorde a las nuevas circunstancias, sin embargo, dado la excelente calidad del diagnóstico resulta relativamente sencillo proponerlas.

En efecto, los dos shocks negativos que enfrenta la economía en 2009 son el colapso de las exportaciones y la fuga de capitales. El primero de estos shocks que ya está comenzado a hacerse sentir en toda su intensidad es de origen externo, aunque tiene también componentes domésticos que lo potencian, el segundo –la fuga de capitales- se origina en factores exclusivamente locales, como quedó demostrado con la fuga de los 20000 millones de dólares del 2008.

Inicialmente, la fuga de capitales, tuvo su origen en la incapacidad del BCRA para controlar la inflación. Esto generó la reacción de algunos tenedores de pesos que se pasaron sus saldos excedentarios a dólares para evitar el impuesto inflacionario. Luego el problema se potencia con el mal manejo del conflicto con el campo, y el golpe de gracia vino dado por la violación de los derechos de propiedad que significó la reforma del sistema previsional. Todo esto se tradujo en una total falta de confianza en el manejo que las autoridades hacen de la política económica.

Las causas del colapso de las exportaciones al que estamos asistiendo se explica por la menor demanda y la caída en precios internacionales que genera la recesión mundial, las políticas económicas anti–exportación del gobierno y la sequía.

Toda política que pretenda moderar la recesión y suavizar sus efectos debería atacar los dos problemas mencionados (colapso de las exportaciones y fuga de capitales). En ese sentido, los tres ejes principales serían: primero, reactivar la demanda externa; segundo, focalizar, reestructurar y profundizar la política social; y finalmente, recuperar credibilidad respetando y garantizando el funcionamiento de las instituciones. Las medidas tendientes a ello serían:

  • Continuar con deslizamiento del tipo de cambio (hoy por hoy el BCRA está actuando correctamente luego de más de dos años de desaciertos).
  • Eliminar retenciones a las exportaciones de las economías regionales, reducir 10 puntos las demás retenciones por dos años.
  • Total flexibilidad para exportar y levantamiento de todas las regulaciones en los mercados de carne y lácteos.
  • Evitar medidas y regulaciones proteccionistas que empiezan a proliferar peligrosamente (no hay nada mejor que la protección automática y transparente que proporciona un tipo de cambio alto).
  • Subsidios directos a la población indigente y sectores más pobres para compensar los incrementos en la canasta básica.
  • Generalizar seguro de desempleo para trabajadores formales que pierden su trabajo y subsidios para cuando eso ocurra con trabajadores informales.
  • Abandonar la intervención del INDEC y garantizar su profesionalismo e independencia (sin estadísticas confiables no se pueden hacer buenas políticas).
  • Para tratar de recuperar la credibilidad en las instituciones hay que nombrar a funcionarios profesionales y competentes a cargo de las mismas, en ese sentido se torna necesario renovar a los más desgastados funcionarios del equipo económico.

El gobierno ya ha dado señales de mayor realismo al permitir el ajuste de tarifas, promover el canje de los préstamos garantizados y dar pasos para recomponer en los hechos no en las palabras) la relación con el FMI, sin embargo, también es probable que se incline por las variantes populistas del gasto público financiado con emisión monetaria que conduciría a la estanflación (sobre lo que alerta Cavallo), y/o la profundamente anticuada y autoritaria del monopolio estatal del comercio exterior de los granos, que lo único que lograrían es profundizar la recesión.

domingo, 22 de febrero de 2009

La indigencia sin maquillaje

El concepto de "línea de indigencia" procura establecer si los hogares/individuos cuentan con ingresos suficientes como para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas. De esta manera, los hogares/individuos que no superan ese umbral, o línea, son considerados indigentes.
En la Newsletter de SEL Consultores de febrero 2009 se analiza la evolución de la indigencia en los dos últimos años, corrigiendo los cálculos erróneos del INDEC que valúa la canasta básica alimentaria a precios “oficiales”.
Un subproducto de la alteración de los precios al consumidor es la subestimación del costo de la canasta básica de alimentos y, a continuación, de la incidencia de la pobreza en la población. Para el INDEC, en los dos últimos años esa canasta aumentó 13%. En cambio, si se la valoriza con precios relevados en forma independiente, el alza es de 57%.
Con la canasta valuada con los precios del IPC, el INDEC concluye que desde 2006 la población en situación de indigencia cayó más de 1,7 millones. De la valuación independiente, por el contrario, resulta que aumentó en 0,5 millones [el número de indigentes creció de 3,6 millones a 4,1 millones]. La diferencia entre una y otra es de 2,2 millones de personas.

Y más adelante,
…, en el bienio 2006-2008 el gasto en planes sociales aumentó 30%. En ese mismo período, para el INDEC la canasta básica de alimentos se encareció 13%, al tiempo que el número de indigentes cayó 49%. Esto lleva a concluir, en la versión con los datos del INDEC, que el gasto asistencial real por persona en situación de indigencia más que se duplicó entre 2006 y 2008.
En cambio, con los precios relevados en forma independiente, la canasta básica de alimentos aumentó 57%, y la población indigente creció 14%. Ajustando el gasto nominal con estas variaciones, el resultado es que, en términos reales, el gasto por persona en estado de extrema pobreza tuvo una caída próxima a 28%.

La fuente de las diferencias radica en que el INDEC considera que la canasta básica de alimentos pasó de un promedio de $128 en 2006, a $145 en 2008, mientras que en la medición de SEL pasa de $128 a un promedio de $201 en el 2008.
La pregunta del millón es: Si mientras la economía crecía al 8.7% y 5% en 2007 y 2008, el número de indigentes aumentaba en un 14%; ¿cuántos millones de indigentes tendremos en el 2010 (en el bicentenario) considerando que todo indica que el PIB -en lugar de crecer en el período- disminuirá?
Como puede palparse, los desafíos en materia de política social serán enormes. Es preciso entonces, que el gobierno no olvide los dos principios que deben guiar su diseño: focalización y compatibilidad de incentivos. Esto es, los programas redistributivos deben estar focalizados lo más estrechamente posible en los más vulnerables (por ello, la idea de bajar el precio de los alimentos a todos los argentinos es un disparate!) y deben minimizar las distorsiones en los incentivos (para trabajar, buscar trabajo, producir, etc.).

domingo, 8 de febrero de 2009

Economía clínica y medicina peligrosa

El método para la economía del desarrollo que Jeffrey Sachs (2005) propone en su libro El Fin de la Pobreza, denominado “economía clínica” (ver capítulo 4), se deriva del paralelismo existente entre los procedimientos de la medicina clínica y lo que sería una buena economía del desarrollo. Esta puede mejorar espectacularmente si los economistas del desarrollo toman en consideración algunas de las lecciones clave de la medicina moderna, tanto en el desarrollo de la ciencia subyacente como en la sistematización de la práctica clínica, al aplicar los conocimientos científicos en paciente concreto.
Lecciones de medicina clínica e implicancias para la economía del desarrollo:

La primera lección es que las economías, como las personas, son sistemas complejos.
El cuerpo humano consiste en procesos biológicos y bioquímicos de increíble complejidad. La división de la fisiología humana en un amplio número de sistemas interrelacionados -nervioso, circulatorio, respiratorio, digestivo, endocrino, inmunológico, reproductor y otros- apenas profundiza en los procesos biológicos subyacentes. Una fiebre provocada por un agente infeccioso puede provocar ataques cerebrales causados por la fiebre y no por la propia infección. Una insuficiencia cardiaca puede ocasionar una insuficiencia renal, que a su vez puede llevar a una insuficiencia hepática cuando el riñón no elimina del cuerpo ciertas toxinas peligrosas. Una pérdida de sangre puede hacer que fallen prácticamente todos los sistemas cuando el cuerpo sufre un choque. Los médicos de las salas de urgencias han de esforzarse por mantener todos los sistemas básicos funcionando a un nivel mínimo, no solo por el propio bien de los sistemas sino para evitar una espiral de catástrofes que paralizarían otros sistemas fundamentales. Una vez que empieza la espiral, puede resultar difícil invertirla, a causa de la complejidad y la rapidez de las fallas interrelacionados.

1° implicancia,
Al igual que ocurre con el sistema circulatorio, el respiratorio y otros del ser humano, las sociedades poseen sistemas diferenciados para el transporte, la energía, las comunicaciones, la aplicación de la ley, la defensa nacional, la tributación y otros ámbitos, y esos sistemas deben actuar como es debido para que la economía en su conjunto funcione adecuadamente. Como ocurre en el ser humano, la falla de un sistema puede causar fallas en cadena en otras partes de la economía.

La segunda lección es que la complejidad requiere un diagnóstico diferencial.

Un médico que atiende por primera vez a un niño con fiebre alta sabe que la fiebre pueden causarla muchos factores distintos. Algunas causas de la fiebre son peligrosas; otras no. Algunas son susceptibles de tratamiento; otras no. Algunas exigen atención urgente; otras no (excepto, quizá, para aliviar el malestar del niño). La fiebre puede ser resultado de varias clases de infecciones (bacterianas, micóticas, víricas, por protozoos), de traumatismos, de enfermedades autoinmunitarias, de cánceres, de envenenamientos y de otras causas. Dado que la fiebre es un síntoma y no una enfermedad específica, un tratamiento adecuado exige que el médico identifique la verdadera causa del síntoma.

2° implicancia,
Los economistas, como los médicos, han de aprender el arte del diagnóstico diferencial. […] Los médicos saben que pueden fallar en muchísimas cosas, y que un síntoma particular como la fiebre alta puede ser reflejo de decenas o centenares de causas. […] La economía clínica debería enseñar a los especialistas en desarrollo a identificar y abordar de manera mucho más eficiente las principales causas de las dificultades económicas, y a recetar remedios adecuados que se adapten a las condiciones específicas de cada país.

La tercera lección es que toda medicina es medicina familiar.
No basta con identificar la enfermedad del niño. Con el fin de tratar con éxito dicha enfermedad, es importante comprender el entorno social. ¿Son los padres capaces de proporcionarle tratamiento? ¿Sufre la madre alguna enfermedad, o bien pobreza extrema, malos tratos o alguna otra situación que le impida encargarse de que su hijo siga el tratamiento indicado? La herida de un niño, ¿es realmente fruto de un accidente o bien una señal de maltrato?

3° implicancia,
La economía clínica, como la medicina clínica, debería concebir el tratamiento en término «familiar» [o sistémico] y no solo individual. […] En resumen, para el FMI y el Banco Mundial puede estar muy bien decir a Ghana que liberalice su comercio, equilibre su presupuesto y atraiga a inversores extranjeros, pero esto resultará inútil si no se combina con reformas comerciales en los países ricos, la condonación de la deuda, el incremento de la ayuda financiera extranjera destinada a inversiones en infraestructuras básicas y el apoyo al conjunto de la región occidental de África para mantener la paz. En el caso de un país, la comunidad mundial entera forma parte de la familia.

La cuarta lección es que el seguimiento y la evaluación son esenciales para el éxito del tratamiento.
Los médicos llevan expedientes clínicos para conocer la evolución del paciente. Incluso un diagnóstico inicial meticuloso puede ser erróneo. Los análisis pueden dar falsos positivos o falsos negativos. Un niño puede padecer múltiples enfermedades, con lo cual incluso un diagnóstico correcto de una de ellas es una explicación parcial de las verdaderas razones de su estado. En muchos casos, solo un proceso meticuloso de seguimiento evaluación, análisis y nuevos análisis puede garantizar una recuperación sin problemas de la salud. Los buenos médicos, por lo tanto, no consideran que cada diagnóstico sea sacrosanto, sino la hipótesis mejor fundada del momento. La hipótesis bien podría confirmarse pero el médico está dispuesto a cambiar de opinión si los test sugieren un nuevo enfoque.

4° implicancia
La buena práctica del desarrollo exige un seguimiento y evaluación, y especialmente una comparación rigurosa de los objetivos y resultados. Cuando no se están alcanzando los objetivos, es importante preguntarse por qué y no tratar de justificar con excusas los consejos anteriores. En la actual práctica sobre el desarrollo, el FMI y el Banco Mundial rara vez asumen objetivos específicos de desarrollo como criterio para valorar la actuación de los países y, por extensión, sus propios consejos. Por el contrario, se juzga a los países sobre la base de las propuestas de actuación, y no de los resultados. A un país se le puede decir que rebaje el déficit presupuestario en un 1 por ciento del PIB; se le juzgará según lleve a cabo o no esa medida, y no en función de si la medida produce un crecimiento más rápido, una reducción de la pobreza o lleva a una solución a la crisis de la deuda. El resultado es que se cae en debates formalistas acerca de si se ha llevado a cabo o no una política concreta, y no sobre si, ante todo, esa política es la acertada.

La quinta lección es que la medicina es una profesión, y como tal exige unas normas, una ética y unos códigos de conducta sólidos.
El médico tiene, literalmente, poder sobre la vida y la muerte, y no resulta difícil aprovecharse de ese poder para obtener dinero u otras formas de ganancia personal. El juramento [hipocrático] recuerda a los médicos que no han de abusar del privilegio de su posición. Deben ofrecer opiniones en beneficio del paciente, y no para el suyo propio, y han de estar al corriente de los nuevos hallazgos científicos -entre ellos, nuevos procedimientos y medicinas- para garantizar una asistencia de la mayor calidad posible.

5° implicancia
Proporcionar asesoramiento económico a otros requiere un compromiso profundo en la búsqueda de las respuestas correctas y no conformarse con aproximaciones superficiales. Exige el compromiso de empaparse por completo de la historia, la etnografía, la política y la economía de la zona donde trabaje el asesor profesional. También requiere el compromiso de ofrecer consejos francos, no solo al país en cuestión sino también al organismo que ha contratado y enviado al asesor. No todos los problemas a los que se enfrenta el mundo empobrecido tienen su origen en él, ni todas las soluciones se hallarán en el buen gobierno, en políticas de ajuste, ni en otras reformas de mercado. Las verdaderas soluciones también exigirán un mayor alivio de la carga de la deuda, una mayor ayuda al desarrollo, una mayor apertura del comercio con los países ricos y otras medidas por el estilo.

A partir de este enfoque de la economía clínica se entiende la aparente paradoja, de que una política fiscal extremadamente expansiva, pueda ser una solución para la economía de EEUU que está al borde del abismo como lo sostiene Paul Krugman, mientras que en el caso de un país latinoamericano, aplicar esa receta, pueda constituir una medicina peligrosa como lo explica Eduardo Lora.

domingo, 1 de febrero de 2009

El diablo está en los detalles

Esta nota ha sido motivada por el artículo de José Luis Espert "Hay que cambiar el modelo" publicado en La Nación el domingo 11 de enero del 2009. Señala Espert que el modelo productivo nacido en 2002 va rumbo a una nueva frustración, y pasa a enumerar los tres factores explicativos del paupérrimo crecimiento anual de Argentina (2,8%) en el período que va desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Estos son:


1) el rechazo a la competencia comercial con el resto del mundo
2) el colapso de la educación
3) el crecimiento del gasto público

Aprovecharemos esta enumeración para demostrar que el diablo está en los detalles y que lo que también importa es el diseño y la implementación de las reformas, más allá de que estemos de acuerdo en los puntos antes mencionados.


En relación a la apertura comercial, como lo señala implícitamente Espert, existieron dos experiencias fallidas, la “tablita” de Martínez de Hoz y la “convertibilidad” de la década menemista, en ambos casos el error consistió en implementar la baja de aranceles en un contexto de atraso cambiario, en lugar de hacerlo con un tipo de cambio alto como sugiere la teoría. Respecto al modelo productivo, acordamos que no son los subsidios, la protección y/o promoción que permitirán generar las necesarias ganancias de productividad. Además, a nuestro entender un error grave de los últimos tres años fue asignar al Banco Central el rol de mantener el tipo de cambio alto cuando es sabido que –en el mediano plazo- es una tarea que está fuera de su alcance, solo el Tesoro puede mantener un tipo de cambio real alto en el largo plazo con superávits fiscales que incrementen el ahorro nacional.


Sobre el colapso de la educación, Espert propone concentrar el financiamiento público en la educación básica y aumentar la exigencia a través de exámenes nacionales que sean determinantes de la promoción escolar. Nos parece que la visión de Jeffrey Sachs en su nota "América latina puede salir del atascadero" es más acertada al señalar que América latina no ha aprovechado en forma adecuada las revoluciones tecnológicas globales como si lo han hecho los asiáticos. En el pasado, rara vez hemos dado especial importancia a las políticas nacionales tendientes a estimular la ciencia y la tecnología. Además como lo señala Sachs:
Si se lo propusieran en serio, Chile, la Argentina y otras naciones podrían convertirse en productoras agrícolas de alta tecnología y ponerse, por ejemplo, a la vanguardia de la biotecnología aplicada a la agricultura.
Sin embargo, los latinoamericanos todavía no han intentado fomentar una revolución tecnológica. Ciertamente, no con la atención, habilidad, compromiso y financiación que dedicaron los asiáticos. Tal impulso podría desempeñar un papel importante como trampolín del crecimiento económico.
De aplicar esta política, deberían comprometerse a gastar mucho más en proyectos de investigación y desarrollo, como lo han hecho los países asiáticos. Su objetivo debería ser llevarlos del actual 0,5 por ciento del PBI a un 2 por ciento, en parte brindando apoyo estatal a los laboratorios y las universidades, en parte incentivando al sector privado.

En definitiva, no sería solo un tema de educación básica, habría que generar un entorno que permita aprovechar también las externalidades que generan la educación superior, la investigación y las actividades de ciencia y tecnología.

Finalmente, Espert señala
el factor (tercero) explicativo más importante del paupérrimo crecimiento y del gran salto de nuestra volatilidad macro, desde el Rodrigazo del 1975 hasta ahora, es un gasto público que al crecer casi sin pausa provocó hiperinflaciones, confiscaciones de depósitos, rupturas de contratos y varios defaults de la deuda pública.
[…]
Las economías emergentes de alto y sostenido crecimiento muestran estados pequeños, con baja participación de los impuestos y del gasto público en términos del PBI y exiguos déficit fiscales y, a veces, hasta superávits
[…]
Pero como ya no alcanzaba ni con una presión impositiva salvaje, el gobierno de Cristina Kirchner inauguró en 2008 la etapa confiscatoria. La idea fija es la de siempre: gastar más, más y más. […]

Entonces propone:
Achicar el peso del sector público (bajando el gasto nominal) en la economía es un imperativo que debería hacerse sin demora. Es muy difícil crecer cuando la burocracia, el clientelismo, el amiguismo, la vagancia y la corrupción política se llevan casi la mitad del valor agregado del sector eficiente de la economía que es el que está en blanco.

A primera vista parece sensato, sin embargo, el planteo no luce correcto ya que fomenta el tradicional antagonismo entre quienes proponen menos Estado y quienes proponen más Estado. A nuestro juicio el verdadero desafío es el de construir un Estado eficiente, su tamaño no es lo relevante. En base a este diagnóstico se podrán consensuar una política de Estado. Está claro que en términos actuales, un Estado eficiente probablemente conduciría a un menor gasto público en porcentaje del PIB y en ese sentido Espert podría estar en lo cierto, sin embargo, como el diablo está en los detalles es necesario que el diagnóstico sea lo más preciso posible para no repetir los errores del pasado: el problema es la ineficiencia del Estado, la falta de una administración pública transparente, eficiente y competente. Hay que incrementar el profesionalismo y el status económico y social de los funcionarios, organizando el ingreso a la administración pública sobre bases competitivas para que las interferencias políticas en las decisiones administrativas sean la excepción y no la regla como en la actualidad.